06 octubre 2007

Dos modos de ver la realidad

Dos hermanos con la misma formación hasta que salieron profesionales y dos visiones tan distintas de la realidad. Él, hoy, es arquitecto. De universitario fue izquierdista, casi lo apresan en el golpe de García Mesa, después ha sido partidario, primero, del Goni, después del Tuto y ahora del Manfred. Su hermana sin ninguna inquietud política ni social hasta que le tocó trabajar cuatro años en el campo. Allí despertó y hoy sin ser del MAS apoyará decididamente al gobierno actual con la esperanza de que alguien, por fin, beneficie al campesinado y a los pueblos indígenas después de tantos siglos de descuido y marginación.

La realidad se puede ver desde arriba o desde abajo. El que nunca ha estado conviviendo con los de abajo no podrá, por falta de esa experiencia, comprenderlos y menos ponerse de su lado. Y la causa de su pobreza, según él, será su mismo abandono, porque son flojos, sucios y cualquier otro adjetivo que justifique su menosprecio, pero claro, nunca se dejará llamar racista. Un racismo por otra parte heredado, sin culpa, pero racismo. Y para los de abajo es casi imposible que ese menosprecio no se sienta y se respire, hasta despertar un racismo en dirección contraria, hacia el blanco, al citadino y al bien acomodado.

En la sociedad esto es comprensible, así se ha estratificado la sociedad mal o bien, más mal que bien, es casi como natural, nadie está hoy por su culpa en un lado o en otro y así como es natural que el pobre quiera salir de su pobreza, también es natural que el rico no quiera ser pobre e incluso que quiera ser más rico, lo contrario sería ir contra la naturaleza del ser humano y de las cosas. Claro que al irse agudizando la diferencia por el sistema económico en el que estamos inmersos ello puede ser causa de grandes desastres, como en la guerra civil española con un millón de muertos.

Pero quiero llevar ahora mi reflexión a otro campo, al de la Iglesia católica, que no es luz, pues en ella se da la misma división, la de los pobres y la de los que han tenido la experiencia de convivir en el mundo de los pobres y los que han vivido siempre un cristianismo de salón, de ciudad, o desde arriba, como muchos cristianos, sobre todo curas y obispos, que aunque hayan estado en una parroquia pobre no han convivido con los pobres, por la estructura vertical o piramidal de la iglesia. Con los pobres, pero desde arriba, desde la autoridad e incluso desde el poder, a lo más teniendo que optar por ellos, pero no con ellos, teniendo que in-culturarse, pero no ínter-culturarse, aunque claro está siempre hay excepciones y muy honrosas, hoy más que nunca entre sacerdotes, religiosos, religiosas y hasta algunos obispos como Monseñor Romero y Pedro Casaldáliga para citar a algunos, pero que por ser excepción confirman esa realidad.

Unos y otros tendrán visones distintas de iglesia y del mundo. Los que la ven desde arriba, será vertical, piramidal, como lo más natural, y así verán a Jesucristo como el rey de reyes, al papa como su vicario y así hacia abajo, obispos, curas religiosos, luego religiosas, catequistas, y por último el pueblo de Dios y en él todavía primero el varón y por último la mujer, pueblo al que no se lo ha instruido en la fe, por que el mejor soldado es el que no piensa como reza una de las Ordenanzas de Carlos III de la legislación militar española. Y el mundo y la carne como los enemigos del alma.

La otra visión será más comunitaria, más democrática, sin superiores ni inferiores, en la que Jesús es tan humano como cualquier humano y sólo en esa su humanidad nos puede revelar la divinidad, amigo de los pobres, conviviendo con pecadores y prostitutas, conviviendo con ese pueblo pueblo con el que llora y ríe al compartir sus fiestas, sus bodas y su mesa. Su lenguaje es fácil, su vestido es como el de todos, nos dice a nadie le llaméis padre, y libera a los seres humanos de sus esclavitudes, comenzando por las esclavitudes religiosas. El mundo es el que lo necesita y la carne se ha divinizado con el misterio de la encarnación.

30 septiembre 2007

¿Quién es Jesús para mí?

Yo no soy teólogo de oficio y por lo tento no me siento obligado a presentar un respaldo científico sobre mi Cristología, pero lo que sí intuyo por mi seguimiento de Jesús desde hace más de 60 años con uso de razón, y hoy me parece razonable es: Que aquel que llamamos Dios no es más que el fundamento profundo de todos los seres y que por lo tanto todos somos símbolos de Dios, y todos lo manifiestamos de alguna manera, unos más que otros, y también otros lo ocultan realmente. Y Jesús, para mi y para los que nos llamamos cristianos, los que hemos mamado esa cultura religiosa, ha sido el que más y mejor nos ha manifestado aDios.

Pero quizás más que revelarnos a Dios lo que ha hecho con su persona ha sido descubrirnos quiénes somos nosotros. Así pues si Jesús es Dios, todos somos Dios, pero el Dios de Jesús, es esa realidad más intima que nos sale por los ojos y por la vida cuando vivimos desposeidos de poder, pero con mucho amor, cuando no vivmos para ser servidos sino para servir, cuando vivimos con mucha solidaridad, con mucha sed de justicia, de salvación en toda nuestra acción, de liberación, de transparencia en la comunicaión y con mucha comprensión, haciéndonos el otro como Dios se ha hecho desde siempre el otro, poniéndonos en la piel del otro.

Me molesta cuando se habla de Jesús como el hijo único de Dios, como el único salvador del mundo y como el Dios hijo, en lugar del hijo de Dios y el hijo del Hombre, como él quería que lo llamásemos, como todos lo somos aunque no lo vivamos en cosecuencia, pero que el vivirlo puede dar mucho sentido a la vida.

02 septiembre 2007

La importancia de los mitos



Hoy decimos "eso es un mito" para decir que es un cuento o una mentira. El pragmatismo a ultranza, el utilitarismo técnico de la ciencia, el racionalismo secante y la superficialidad de la historia, nos están llevando al borde de la destrucción de nuestra humanidad, a la corrupción de nuestras conciencias, y a la explotación impune del hombre y de la mujer tanto a nivel personal como social.

Herederos de una cultura occidental racionalista hemos considerado al mito como a algo engañoso, falso v erróneo. Y sin embargo desde hace unos cuantos años algunos estudiosos han llegado a la conclusión, a la misma que ya llegaron los pueblos primitivos, de que los mitos son algo real e importante, son una historia sagrada tan real como la historia científica. Es la profundidad de la historia, del cosmos, del mundo, de la humanidad. Es la hondura que tanta falta nos hace para liberarnos de las lacras que hemos anunciado más arriba.

Otra cosa es que debemos saberlos leer de nuevo con nuevos ojos en cada época y saberlos interpretar para el fin que fueron escritos o simplemente relatados.

Con el menosprecio de los mitos hemos perdido nuestra propia identidad. ¿A quiénes les interesan los mitos aymaras, quechuas o guaraníes? Sólo a los propios pueblos originarios y a algunos investigadores, Y sin embargo allí está nuestra historia sagrada, nuestro origen, nuestra identidad, como también hoy lo está en la Biblia, si la leemos como el auténtico mito que es. El mito judeo-cristiano.

El menosprecio de los predicadores de la Biblia por los mitos de los pueblos nativos ha ocasionado un daño inconmensurable. El pueblo sencillo en esos 500 años al olvidar sus mitos ha perdido la memoria de si mismo, ha seguido repitiendo los ritos ancestrales, pero sin el respaldo de sus mitos ya olvidados.

Por otra parte la Biblia se ha presentado más como un libro histórico que como un mito y así hemos matado el alma de la Biblia, haciéndola competir con la ciencia y la historia científica.

La Biblia no es un libro de historia ni de ciencia, ya que su lenguaje no es un lenguaje lógico, racional, científico sino un lenguaje simbólico, el cual es el único capaz de comunicar la profundidad de las cosas, es el mito por excelencia del cristiano.

Por siglos de descuido, de olvido, de desprecio del símbolo y del mito el pueblo sencillo se vio privado de la Biblia, con catecismos memorísticos, mientras los teólogos se debatían en discusiones estériles, ininteligibles e inútiles, como el sexo de los ángeles, o la creación de la nada en contraposición con el evolucionismo, o sobre la virginidad física de María, la existencia del infierno, del purgatorio o de limbo.... Y por esa confusión entre lo mítico y lo histórico o lo científico y lo simbólico han habido guerras, excomuniones, hogueras, dogmas, herejías, y hasta en un tiempo crímenes horrendos y torturas.

Los mitos no se contraponen a la ciencia ni a la historia, no hay que acabar con los mitos, sino todo lo contrario, estudiarlos, reinterpretarlos, pues iluminan la realidad y la hacen transparente al dar a ésta la profundidad que muchas veces se merece.

Publicado en Opinión el sábado 27 de noviembre de 1993

El derrumbe de la pirámide

Decía que los adultos de hoy hemos sido criados en una sociedad verticalista y piramidal, por lo que no estamos preparados para el dialogo y por lo tanto para la democracia.

Así fueron todas las instituciones más importantes de nuestra cultura occidental, la familia, la escuela, la iglesia, desde luego el ejecito, las empresas privadas y del estado, la única forma imaginable para que todas ellas funcionaran.

Pero hoy ha ocurrido algo inesperado, en unos países ya se ha dado y en otros seguramente ocurrirá también, algo lógico como consecuencia de tantos años de verticalismo. Hoy se ha derrumbado la pirámide.

La autoridad se ha caído por los suelos, los padres de familia y los maestros han pasado de aquel rigor de hace unos años al permisivismo casi total y por lo tanto a la desorientación de los jóvenes. Y la Iglesia oficial en el intento de mantener la pirámide, por que creerla fundada en una pirámide celestial, absolutamente lejana a la mentalidad del evangelio de Jesús, está haciendo que los cristianos se alejen de ella cada día en mayor número.

No podemos vivir sin estructuras pero tampoco en las antiguas. Necesitamos estructuras nuevas, más comunitarias, más participativas, más democráticas, que no nos limiten a una votación cada 4 o 5 años, que podamos continuamente ser elementos activos y responsables de nuestra historia de manera orgánica y constructiva.

Necesitamos una pedagogía nueva que desde la escuela que nos enseñe, antes que un cúmulo de conocimientos, a investigar antes que a memorizar, a comunicarnos, a resolver los problemas y los conflictos en diálogo, a comprender al otro, sobre todo al diferente, que nos enseñe aponernos en la piel del otro….

28 agosto 2007

¿Sabemos vivir en democracia?

Por lo que se ve todos los días a la luz pública, todavía no sabemos. Por una parte un oficialismo que quiere imponer sus ideas por el bien de las mayorías y una oposición que quiere destruir al oficialismo a como dé lugar, porque se siente terriblemente amenazada en sus intereses.

Como casi siempre para expresar nuestra opinión, nuestros demandas, nuestro diálogo tiene el nombre de huelgas de hambre, o son las marchas y los bloqueos o los paros cívicos o cínicos. Y un parlamento en el que se habla sin escuchar al otro, sin deseo de comprender lo que dice y piensa el otro y menos el saber porqué lo dice y porqué lo piensa. Muchas veces ni nosotros mismos sabemos el porqué de lo que pensamos y decimos.

No sabemos vivir en democracia por que nos hemos criado en una sociedad verticalista y antidemocrática, desde la familia con muchos padres autoritarios y machistas, en que el miedo a la libertad de los hijos los somete a una obediencia ciega y esterilizante.

Y muchas de las instituciones más importantes de nuestra sociedad como la escuela, el ejército, la iglesia, las empresas, son autoritarias y verticales. La educación en la que no se educa para la libertad ni para la comunicación personal y sí para una disciplina represiva y una obediencia que aborta la capacidad creativa y reflexiva de los estudiantes. El ejército en que la obediencia es ciega y el mejor soldado es el que no piensa ni opina.

La Iglesia, que al decir que la autoridad le viene de Dios, prohibe la duda, la autocrítica y la libertad de opinión y de pensamiento, en la que todas las autoridades son nombradas a dedo por el Papa, sin posibilidad de voz ni voto para sus seguidores. Y las empresas tanto estatales como privadas, muchas de ellas todavía en el esquema del patrón de hacienda. Difícil que con todo ese panorama eminentemente vertical y antidemocrático sepamos vivir en democracia.

La sociedad occidental con todos sus adelantos científicos y técnicos se ha aplazado en relaciones humanas, en saber dialogar para resolver sus diferencias. La sociedad todavía sigue el esquema mental de los griegos, a pesar de que ya Platón hablaba de democracia, pero para Aristóteles era más importante el orden jerárquico de las cosas y de las gentes, y la pirámide se fraguó tanto en la iglesia medieval hasta hoy día, como en la sociedad y sus instituciones.

Sólo algunas excepciones, en las comunidades más originarias, que son excluidas de esta nuestra pirámide, algunas cooperativas, algunos sindicatos, no muchos, algunas organizaciones sociales o de vecinos, algunas pocas comunidades cristianas… excepciones éstas que, por serlo, confirman la regla.

Y aquí me remito a un determinado autor: “La democracia no es una mera idea política o una simple cláusula de la constitución de cualquier Estado, sino la esencia de un sistema de valores, como la igualdad de derechos, la autonomía personal, la libertad de palabra, la tolerancia, el diálogo, la escucha para la comprensión del otro, algo así como el fundamento de un nuevo estilo de convivencia basado en el respeto mutuo, que implica aceptar la decisión de la mayoría, tolerar los puntos de vista de las minorías e incluso reconocer un cierto pluralismo ideológico” (Eugen Drewermann)