06 octubre 2007
Dos modos de ver la realidad
La realidad se puede ver desde arriba o desde abajo. El que nunca ha estado conviviendo con los de abajo no podrá, por falta de esa experiencia, comprenderlos y menos ponerse de su lado. Y la causa de su pobreza, según él, será su mismo abandono, porque son flojos, sucios y cualquier otro adjetivo que justifique su menosprecio, pero claro, nunca se dejará llamar racista. Un racismo por otra parte heredado, sin culpa, pero racismo. Y para los de abajo es casi imposible que ese menosprecio no se sienta y se respire, hasta despertar un racismo en dirección contraria, hacia el blanco, al citadino y al bien acomodado.
En la sociedad esto es comprensible, así se ha estratificado la sociedad mal o bien, más mal que bien, es casi como natural, nadie está hoy por su culpa en un lado o en otro y así como es natural que el pobre quiera salir de su pobreza, también es natural que el rico no quiera ser pobre e incluso que quiera ser más rico, lo contrario sería ir contra la naturaleza del ser humano y de las cosas. Claro que al irse agudizando la diferencia por el sistema económico en el que estamos inmersos ello puede ser causa de grandes desastres, como en la guerra civil española con un millón de muertos.
Pero quiero llevar ahora mi reflexión a otro campo, al de la Iglesia católica, que no es luz, pues en ella se da la misma división, la de los pobres y la de los que han tenido la experiencia de convivir en el mundo de los pobres y los que han vivido siempre un cristianismo de salón, de ciudad, o desde arriba, como muchos cristianos, sobre todo curas y obispos, que aunque hayan estado en una parroquia pobre no han convivido con los pobres, por la estructura vertical o piramidal de la iglesia. Con los pobres, pero desde arriba, desde la autoridad e incluso desde el poder, a lo más teniendo que optar por ellos, pero no con ellos, teniendo que in-culturarse, pero no ínter-culturarse, aunque claro está siempre hay excepciones y muy honrosas, hoy más que nunca entre sacerdotes, religiosos, religiosas y hasta algunos obispos como Monseñor Romero y Pedro Casaldáliga para citar a algunos, pero que por ser excepción confirman esa realidad.
Unos y otros tendrán visones distintas de iglesia y del mundo. Los que la ven desde arriba, será vertical, piramidal, como lo más natural, y así verán a Jesucristo como el rey de reyes, al papa como su vicario y así hacia abajo, obispos, curas religiosos, luego religiosas, catequistas, y por último el pueblo de Dios y en él todavía primero el varón y por último la mujer, pueblo al que no se lo ha instruido en la fe, por que el mejor soldado es el que no piensa como reza una de las Ordenanzas de Carlos III de la legislación militar española. Y el mundo y la carne como los enemigos del alma.
La otra visión será más comunitaria, más democrática, sin superiores ni inferiores, en la que Jesús es tan humano como cualquier humano y sólo en esa su humanidad nos puede revelar la divinidad, amigo de los pobres, conviviendo con pecadores y prostitutas, conviviendo con ese pueblo pueblo con el que llora y ríe al compartir sus fiestas, sus bodas y su mesa. Su lenguaje es fácil, su vestido es como el de todos, nos dice a nadie le llaméis padre, y libera a los seres humanos de sus esclavitudes, comenzando por las esclavitudes religiosas. El mundo es el que lo necesita y la carne se ha divinizado con el misterio de la encarnación.
30 septiembre 2007
¿Quién es Jesús para mí?
Pero quizás más que revelarnos a Dios lo que ha hecho con su persona ha sido descubrirnos quiénes somos nosotros. Así pues si Jesús es Dios, todos somos Dios, pero el Dios de Jesús, es esa realidad más intima que nos sale por los ojos y por la vida cuando vivimos desposeidos de poder, pero con mucho amor, cuando no vivmos para ser servidos sino para servir, cuando vivimos con mucha solidaridad, con mucha sed de justicia, de salvación en toda nuestra acción, de liberación, de transparencia en la comunicaión y con mucha comprensión, haciéndonos el otro como Dios se ha hecho desde siempre el otro, poniéndonos en la piel del otro.
Me molesta cuando se habla de Jesús como el hijo único de Dios, como el único salvador del mundo y como el Dios hijo, en lugar del hijo de Dios y el hijo del Hombre, como él quería que lo llamásemos, como todos lo somos aunque no lo vivamos en cosecuencia, pero que el vivirlo puede dar mucho sentido a la vida.
02 septiembre 2007
La importancia de los mitos
Hoy decimos "eso es un mito" para decir que es un cuento o una mentira. El pragmatismo a ultranza, el utilitarismo técnico de la ciencia, el racionalismo secante y la superficialidad de la historia, nos están llevando al borde de la destrucción de nuestra humanidad, a la corrupción de nuestras conciencias, y a la explotación impune del hombre y de la mujer tanto a nivel personal como social.
Herederos de una cultura occidental racionalista hemos considerado al mito como a algo engañoso, falso v erróneo. Y sin embargo desde hace unos cuantos años algunos estudiosos han llegado a la conclusión, a la misma que ya llegaron los pueblos primitivos, de que los mitos son algo real e importante, son una historia sagrada tan real como la historia científica. Es la profundidad de la historia, del cosmos, del mundo, de la humanidad. Es la hondura que tanta falta nos hace para liberarnos de las lacras que hemos anunciado más arriba.
Otra cosa es que debemos saberlos leer de nuevo con nuevos ojos en cada época y saberlos interpretar para el fin que fueron escritos o simplemente relatados.
Con el menosprecio de los mitos hemos perdido nuestra propia identidad. ¿A quiénes les interesan los mitos aymaras, quechuas o guaraníes? Sólo a los propios pueblos originarios y a algunos investigadores, Y sin embargo allí está nuestra historia sagrada, nuestro origen, nuestra identidad, como también hoy lo está en
El menosprecio de los predicadores de
Por otra parte
Por siglos de descuido, de olvido, de desprecio del símbolo y del mito el pueblo sencillo se vio privado de
Los mitos no se contraponen a la ciencia ni a la historia, no hay que acabar con los mitos, sino todo lo contrario, estudiarlos, reinterpretarlos, pues iluminan la realidad y la hacen transparente al dar a ésta la profundidad que muchas veces se merece.
Publicado en Opinión el sábado 27 de noviembre de 1993
El derrumbe de la pirámide
28 agosto 2007
¿Sabemos vivir en democracia?